domingo, 21 de noviembre de 2010



Imposible. Esta palabra que tanto usamos y que muchas veces nos hace pasar tan malos ratos. No me gusta, no me gusta nada, prefiero decir improbable,.. como todo el mundo, supongo. Pensaras que no hay mucha diferencia, pero yo veo una distancia abismal entre ellas.
La real academia, define imposible, como a lo que no tiene facultad ni medios para ser o suceder, e improbable como algo inverosímil, que no se funda en una razón prudente.
La improbabilidad duele menos, porque deja un huequito a la esperanza, a la ilusión. Será por eso que todos la preferimos antes que a la imposibilidad.
El amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente. Por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino improbables. Porque lo improbable es por definición, probable. Lo que es casi seguro que no pase, es que puede pasar. Y mientras haya una posibilidad, una posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo. Porque nunca sabes cuando lo imposible, puede convertirse en improbable .

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